miércoles, 18 de mayo de 2011

Cambios en la gerencia de los museos redujo la calidad expositiva



Indira Rojas



Los espacios del Museo de Bellas Artes pueden sentir la falta del calor humano. Al entrar, el vacío de los pasillos y las salas constituye una imagen inmediata, interrumpida de vez en cuando por uno o dos transeúntes que deambulan por el lugar. Ese lunes de marzo por la mañana, las salas dispuestas alrededor de la fuente, la cual refugiaba en su interior un verde pozo de agua estancada, se encontraban dormitando tras puertas cerradas. Un cartel pegado a las puertas de vidrio, forradas en papel bond blanco, anunciaba con educación: “Disculpe, sala en montaje”.


En el anexo del museo, que fue encargado a Carlos Raúl Villanueva por falta de espacio para albergar las colecciones, se exhiben obras de diferentes artistas latinoamericanos distribuidas en seis muestras temáticas, entre las que se incluyen “Abstracciones”, “Devociones” e “Imaginarios libertarios”. En los espacios de la estructura vertical, inaugurada en 1973, no hay rastros de las cerámicas chinas ni del arte egipcio que alguna vez reinaron relucientes como muestras permanentes.


La situación no es exclusiva del Museo de Bellas Artes. Curadores e investigadores venezolanos advierten que las instituciones museísticas caraqueñas padecen condiciones de abandono y dejadez, que no observaron en otras épocas. El Museo Alejandro Otero, MAO, comenzó a ser objeto de observación constante de la prensa y la opinión pública luego de convertirse en el refugio de más de trescientos damnificados por las lluvias, en diciembre del año pasado. Las autoridades de la institución afirmaron que las obras se encontraban resguardadas en una bóveda en perfectas condiciones, y que la seguridad del museo se encargaba de proteger las instalaciones y a sus inquilinos temporales.

Con la creación de la Fundación Museos Nacionales evolucionó la crisis en la administración y conducción de estos espacios, debido a la centralización de las decisiones correspondientes al registro de las obras, publicación de investigaciones y programación de las exposiciones. La falta de autonomía de los museos condujo al declive progresivo de la cantidad y calidad de estas últimas, las cuales se manejan actualmente con un criterio de selección poco convincente.


Una organización, quince museos


La coordinación programática en los museos y su administración era llevada de forma directa por sus directivos hasta el 2005, año en el cual el Ministerio de la Cultura instituyó la Fundación Museos Nacionales. Bajo su jurisdicción quedaron quince museos que desde entonces tendrían una nueva gestión administrativa, que dependía enteramente de la institución.

La Fundación Museos Nacionales funge como nuevo patrono. Centraliza toda la parte administrativa y, en sus comienzos, no interfería en las programaciones expositivas. Sorprendentemente, en su primer año de existencia fue bastante diligente en todo lo referente a lo administrativo, pues aún las decisiones eran tomadas por los directores de museos con sus respectivos equipos de trabajo”, señala Susana Benko, investigadora de arte, curadora, y museóloga.


Benko, quien trabaja actualmente en la FMN, manifiesta que en un principio sus expectativas con respecto a la fundación se inclinaron hacia lo positivo, un balance posible entre trabajo en equipo y manejo apropiado de los recursos. Señala que “los requerimientos eran cumplidos, y lo financiero no fue por un tiempo motivo de obstáculo para llevar los diversos proyectos a término”.


Sin embargo, Milagros González, quien laboró como investigadora del Museo de Bellas Artes hasta el 2009, explica que “la FMN se vendió como una idea positiva de la cual muchos dudábamos”, pero que esto no implica que sus inicios hayan constituido una gestión efectiva. Según su experiencia, el surgimiento de la fundación significó un paso hacia atrás para los museos venezolanos. “Se vendía como algo novedoso, pero esa era la misma situación que existía antes de que a principios de los noventa se crearan las fundaciones de estado. Antes, para pedir un lápiz había que hacer una requisición al Consejo Nacional de la Cultura, CONAC. Lo que se hizo fue dar una vuelta en círculo para regresar a la gestión administrativa centralizada que se tenía antes de los años noventa”.



La exdirectora de los museos Armando Reverón, MAO y Museo de la Estampa y del Diseño Carlos Cruz-Diez, Katherine Chacón, secunda las afirmaciones de la investigadora y advierte que existieron constantes advertencias sobre el impacto negativo que la FMN podría traer, realizadas por expertos en el área museística con extensa trayectoria. “Un buen grupo de personas sabíamos que esta centralización iba a ir en desmejora de los museos, como ya se había comprobado, y superado, durante la existencia del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, INCIBA, y del CONAC”.


En efecto, con el tiempo la institución centralizó decisiones que no le correspondían en sus inicios y los museos perdieron su autonomía. “La fundación se torna en un megamuseo”, apuntó Benko, quien asevera que la principal consecuencia ha sido la paralización de la actividad en estos espacios para el arte.


Por su parte, Chacón comenta que durante los primeros años de su gestión en el Museo de la Estampa y del Diseño CC-D gozó “de una autonomía casi absoluta”, que le permitió desarrollar diversos programas; como el aumento de las piezas de la colección y el equipamiento del taller de conservación de papel. Sin embargo, su experiencia en el MAO fue diferente y marcó su salida del mismo. “Los directores teníamos que consultar a la FMN hasta los más mínimos detalles de gerencia”, destacó.


Calidad en picada


El periodista Rubén Wisotzki, director actual del MBA, indicó recientemente que el recinto es visitado aproximadamente por 300 o 400 personas diariamente. El público que llega a pasearse por sus instalaciones comprende a estudiantes de diferentes instituciones educativas, parejas y familias. La cifra no satisface a Wisotzki, quien desea cuadriplicar el número de visitas del museo.


Para lograr su cometido, el periodista se ha planteado emprender proyectos artísticos comunitarios, y dejó a un lado la importancia de la adquisición de obras nuevas para actualizar las colecciones. Sin embargo, más allá de esta función primaria del museo, cabe resaltar que la función social no es un planteamiento novedoso. González expone que las actividades para las comunidades ligadas a las exposiciones siempre han existido. “Participé en un proyecto con las Casas Don Bosco, entre 1999 y 2001, que reunía un equipo multidisciplinario: educador, psicopedagogo, artista y facilitadores, para trabajar con niños que habían vivido en situación de calle. Siempre se habían realizado domingos familiares, visitas guiadas y un paquete de actividades diseñado para cada exposición”, menciona la investigadora.


Las políticas que posee actualmente la Fundación Museos Nacionales tienen una repercusión inmediata en el tipo de muestras que se hallan en los museos, y en la frecuencia y cantidad de exhibiciones que se realizan en sus salas. Félix Suazo, quien trabaja para el espacio Periférico Caracas/Arte Contemporáneo, ubicado en Los Galpones, sostiene que “las prioridades de la FMN están supeditadas a las divisas ideológicas del Ministerio de la Cultura y del gobierno actual. Las exposiciones no son una prioridad, excepto aquellas que tengan indicios doctrinarios”.


Esto ha provocado el surgimiento de una nueva élite alrededor del disfrute del producto artístico. Chacón explica: “Se prefieren hoy en día los estudios acerca de las colecciones, lo cual está bien, pero siento que el tema político o de análisis social está presente como única vía de análisis. A mi manera de ver, empobrece el acercamiento plural a la obra de arte”.


Igualmente, el artista nacional se encuentra en una posición de desventaja a la hora de solicitar espacio para exponer su obra pictórica o su escultura, sobre todo si sus creaciones no poseen el componente ideológico que se pretende mostrar en las instituciones museísticas a través del arte.


Benko señala, refiriéndose a las exposiciones temporales, que: “Es evidente que se otorgan recursos a las exposiciones que exalten de alguna manera los intereses del gobierno, caso muestra del Bicentenario 1810 que fue multimillonaria, o muestras que tengan alguna afinidad ideológica, como en el caso de Burri, Zapata y Niemeyer”.


Tanto el artista como sus proyectos se encuentran atados por las decisiones centralizadas y parcializadas de la fundación, trayendo consigo la paralización de actividades y exhibiciones con potencial y de carácter contemporáneo. Actualmente, González vive en Florida, pero recuerda que en los últimos años trabajó en el área de los museos, el interés por la actividad expositiva era opacada por la concentración de poder en la toma de decisiones en los programas. “Por otro lado, había una preferencia muy grande por los proyectos estratégicos del ministerio, lo que por lo general secuestraba la programación, comprometía los espacios y los recursos o simplemente transformaba al museo en un área para eventos con las instituciones del estado”, expresó la especialista.


Además de esto, todas las colecciones que pertenecían a cada museo son ahora parte del inventario de la FMN, que reúne actualmente 25.000 piezas. En efecto, aquel que esté contemplando una obra y gire su cabeza en busca de la ficha de identificación se sorprenderá al notar que en ella no se encuentra señalado el museo al cual está adscrita.


“Se identifican las obras como colección de la FMN, y esto evidencia el deseo de la actual política cultural, no sólo de centralizar las colecciones en un depósito común, sino de continuar con el desdibujamiento de los perfiles de los museos”, explica Benko. El perfil al que se refiere la investigadora es la identidad del museo, que “se consolida principalmente por las colecciones que custodia cada uno de ellos”. Esta problemática lleva consigo un problema adjunto que funge como su principal catalizador. Se refiere a los insuficientes criterios de selectividad para la organización de las obras de una sala, que deben ser colocadas bajo un estudio de museología.


Asimismo, las exposiciones individuales estaban prohibidas, una normativa que está siendo considerada, ya que hay gran interés para retomar este tipo de montajes. Las muestras permanentes de un museo son importantes para crear y mantener un perfil, pero esto no le resta importancia a las exhibiciones de forma temporal, que son la verdadera representación de cómo la FMN realiza su labor al momento de la modernización del museo. Para Suazo, es vital que “las exposiciones muestran los avances de las investigaciones y mantienen actualizados a los visitantes; además de ser una manera de mantener la atención sobre la labor museística”, según el ideal de un buen museo.


El desarrollo de la actividad museística en Venezuela se realiza bajo criterios sesgados, y los montajes responden a una estructura mal diseñada. Milagros González indica que poseen un “discurso expositivo con huecos, incompleto o excesivamente lineal. Hay exposiciones pobres en contenido que por lo general menosprecian al público. Se tiene la idea de que hay que bajar el nivel de las exposiciones para que el público las entienda, y esa es una idea terrible que menosprecia a los visitantes”.


Recientemente, la gestión actual de Vivian Rivas, en la dirección de la Fundación Museos Nacionales, ha dejado entrever mejoras superficiales en algunas instituciones y espacios, según las experiencias que Benko y Chacón han vivido en el Museo del Diseño y la Estampa CC-D en abril de este año. Ambas coinciden en que observan un apoyo más concentrado hacia las exposiciones, y la curadora Susana Benko manifestó que se están llevando a cabo foros y debates que buscan “fomentar el diálogo en temas muy interesantes”.


También reconoce que, a pesar de los obstáculos que han creado las políticas actuales de la FMN en la programación autónoma de los museos, han tenido aciertos con exposiciones de calidad conceptual, tales como las muestras de los artistas plásticos venezolanos Magdalena Fernández y Alfredo Ramírez, en el Museo de Arte Contemporáneo.


La adquisición de las obras


Entre las prioridades establecidas en la agenda de la Fundación Museos Nacionales no está en un primer plano la adquisición de obras. Según el director del Museo de Bellas Artes, las políticas que regían los museos en el pasado se basaban en una “práctica sanguinaria que consistía en acumular y acumular”, una gerencia vinculada al prestigio y a la competencia, y por ahora sus intereses no están guiados a la modernización ni enriquecimiento de las colecciones permanentes.


El Comité de Adquisiciones que poseía cada museo fue eliminado. “Este estaba conformado por gente conocedora de obras según el perfil del museo y se sustituyó por un comité formado por los directores de los museos”, expone Benko, quien afirma que aún así en los años 2007 y 2008 se lograron adquirir algunas obras.


El nuevo complejo directivo ofrece un problema crucial en su constitución, y es la gran cantidad de inexpertos en artes o curaduría, lo cual hacía cuesta arriba la apropiada discusión de los temas gerenciales y la resolución oportuna y certera de los posibles programas. Benko detalla que “como en su mayoría los directores de museos de ese momento eran provenientes del área de Educación, no especializados en el área y sin experiencia en el trabajo con obras de arte, no tomaban decisiones”.


En el transcurso del año 2009 no se compró nada, por desorden organizacional de la FMN, ya que la partida de adquisiciones no se utilizó de manera total en el año 2008. “Todas las propuestas de adquisiciones y donaciones quedaron sin aprobación, pues las colecciones, salvo contadas excepciones como las del Museo de Arte Popular que por razones obvias tenía que comenzar a coleccionar, no fueron enriquecidas, lo cual ha generado un vacío de la representación de un buen período del arte venezolano contemporáneo en los museos y aún, la pérdida de importantes oportunidades de adquisiciones que estarían enriqueciendo nuestro patrimonio”, concluyó Chacón, quien perteneció al comité por un tiempo.


Profesionales sin voz



Los montajes de calidad conceptual y estructural también han menguado por la carente participación de los investigadores de arte, museólogos, críticos y demás especialistas del campo, en su desarrollo y articulación. La principal razón de este fenómeno es la sustitución de los profesionales del arte en Venezuela en los cargos directivos de los museos y de la fundación, por funcionarios inexpertos, de poca o nula trayectoria en el arte de la museología, y de carreras poco especializadas en esta área. El devenir de las fallas administrativas y la desvalorización de la opinión profesional se vieron llegar con prontitud.


“El cuerpo de investigadores de los museos cada vez es más reducido y muy mal pagado”, señala la expresidenta del MAO. Seguidamente agregó: “No me explico cómo puede estar siendo llevada la programación sin la presencia de curadores”.


Chacón afirma que esto es señal de un estado de abandono de la actividad museística, que aunque no tiene que ver con infraestructura o financiamiento, explica la urgente necesidad de restablecer la calidad de las viejas exposiciones. El cuerpo de especialistas en arte es vital para el correcto funcionamiento de la logística de un museo. “Eso es como que a un hospital les quitaras los cirujanos, los equipos, los estudios y sólo te quedaras con que está limpio y arregladito”, dijo Chacón.

Félix Suazo ubica el “éxodo de profesionales” a partir del año 2000, e indica que el despido de algunos directores, incluyendo a Sofía Ímber, “desencadenó la salida posterior de curadores, investigadores y otros técnicos".